RELATOS CORTOS

FRAGMENTOS DE ALGUNOS DE MIS RELATOS CORTOS (registrados en el RPI):

“EL PEQUEÑO CABALLERO” 

     Dani había tenido un día duro en el colegio. Alicia, compañera de clase, se negó a darle un beso cuando él improvisaba una historia épica recreando, a su manera, la corte de Camelot. Adoptando el rol del Rey Arturo, adjudicó a Alicia la condición de Ginebra  con el intencionado deseo de finalizar la representación teatral siendo obsequiado con un beso. Así pues, venció a un dragón imaginario, trepó con una alfombra mágica (su nutrida imaginación se permitía tomar prestado este elemento de Aladino) hasta la torre del castillo y esbozando una pícara sonrisa de Errol Flynn, le robó un beso a la menuda princesita. Pero ésta, sintiéndose traicionada por su osadía al desconocer semejante desenlace, asestó un sonoro tortazo al pequeño monarca. Seguidamente, denunciaría el hecho al mago Merlín, interpretado por su hermano adolescente, quien casualmente le hacía de canguro observándola desde un banco del parque. Este “Merlín” era un muchacho de toscos modales e impetuoso carácter  que se unió al juego para controlar más de cerca la situación.
En cuanto su hermanita se puso a llorar, amenazó al desconcertado crio alzando un puño y valiéndose de su vulgar lenguaje barriobajero. “Arturo” huyó corriendo hacia el portal de su casa, a escasos metros. Intrépido y testarudo, no se dio por vencido y acudió al parque al día siguiente aunque esta vez, proponiendo un nuevo pasatiempo a su desconfiada compañera:
-Mira, yo seré un caballero  galáctico que viene de un planeta muy, muy lejano. Entonces, te invitaré a subir a mi nave espacial, surcaremos el espacio infinito y te haré reina de Venus…
-Pero , ¿luego me traerás de vuelta?- preguntó dubitativa y mirando de reojo a su hermano, que se hallaba liándose un porro con unos amigos de modales tan primitivos como los suyos.

                  Dani respondió afirmativamente y fue desarrollando su película sin abandonar la idea de la jornada anterior. Así que, cuando su invisible nave aterrizó junto a los columpios, hizo ademán de besuquear a la recién coronada princesa. Sin embargo, ella tenía más de Saturno que de Venus y volvió a rechazarle con un gesto arisco. No tardó en aparecer el protector hermano, pero en esta ocasión utilizó otra táctica:

CONTINÚA...

"EL HECHIZO DE CHIHUAHUA":


        5 de mayo de 2006. Era  Medianoche y las calles estaban prácticamente desiertas. El centro urbano de Chihuahua parecía sumido en un silencio que resultaba confortable para aquel visitante europeo cuya mente se ocupaba tan sólo de relajarse frente a una azarosa vida laboral que apenas le dejaba tiempo libre. Deambulaba sin rumbo fijo por las calles de la capital norteña, la urbe mexicana a la que había llegado hacía dos horas con motivo de la celebración de un congreso en el cual representaría a su empresa catalana. La ciudad, una curiosa combinación de elegancia colonial, rusticidad al estilo vaquero y modernismo industrial fue un contexto salpicado por el alzamiento que condujo a la revolución de 1910.  Al práctico y reflexivo David  únicamente le interesaban los asuntos terrenales, aquellas cosas que no le impulsaran a desviarse demasiado de su rutina cotidiana. Su visita a ese rincón tan cercano de la peligrosa frontera suponía todo un reto para alguien que no había salido nunca de España  y eso le intranquilizaba. En sus treinta y tres años recién cumplidos sólo conocía y de forma fugaz, los centros industriales que debía frecuentar en su labor de representante.  Mientras paseaba le asaltaban amenazantes elucubraciones mentales respecto a los crímenes de Ciudad Juárez, las bandas de narcotraficantes y los secuestros de turistas para pedir un rescate o utilizar su cuerpo con el fin de extraer órganos. Por si fuera poco, un individuo tan reservado no se sentía muy cómodo hablando en público. Se preguntaba como expondría las excelencias de la industria cárnica para la que trabajaba frente a una congregación de empresarios venidos de ambos lados del Río Grande. Cansado de dar vueltas sin sentido, rodeó la plaza de la Constitución  con intención de regresar al distinguido hotel San Francisco. De repente, una extraña sensación de extrañeza le arrastró hacia el pórtico de la Catedral. Observando su barroca fachada, sus pensamientos cesaron súbitamente sintiendo un desagradable zumbido que por su intensidad, más bien parecía el repentino frenazo de un tren ante un inesperado obstáculo. Inmerso en un estado de ensoñación, reanudó su parsimonioso caminar hasta un lugar ubicado en una estrecha calle escasamente iluminada. Se trataba de un pintoresco restaurante llamado “La Casa de los Milagros”. Tenía hambre y no vaciló en entrar e inmediatamente volvió a recobrar el juicio. Accedió a la sala principal, envuelta en la penumbra y aparentemente con un sólo camarero al servicio de la barra. Las sillas y mesas eran de madera. David prefirió acomodarse en un sitio discreto eligiendo una de las salitas contiguas, cuyas paredes pintadas de tonos azulados y rojizos conferían al local ese característico aire de cantina. La falta de gente precisamente en el horario de la cena sería considerado por nuestro protagonista como una consecuencia de ser un día laboral. Al amparo de la única luz que desprendían un conjunto de velas convenientemente distribuidas, hizo un gesto con la mano para llamar la atención del jóven camarero... El muchacho se aproximó con un ademán y David enseguida le pidió que le recomendase un plato típico. Posteriormente argumentó con su habitual empeño en los asuntos materiales: <No es una buena noche para el negocio, ¿verdad?>.
               Entonces, el camarero señaló una zona concreta del  recinto.
-          No sé porqué lo dice, amigo. ¿No vio a la muchachita de allá?
               A medida que el chico se alejaba, David intentó
localizar con la mirada a la supuesta clienta hasta que advirtió, en una apartada esquina, la larga cabellera negra de una estilizada figura femenina enfundada en un vaporoso vestido blanco. En un principio optó por ignorarla pero no pudo evitar que una repentina excitación invadiese sus sentidos causándole la perdida absoluta de apetito. Trató de desviar la vista concentrándose en ese aburrido discurso que tenía preparado para el día de la conferencia. Jugaba desordenadamente con los cubiertos para distraerse, para no centrar su atención en la jóven. De repente, sintió una presencia a sus espaldas y en cuestión de segundos esa misma tentación que procuraba reprimir se hallaba a su lado, sentándose con naturalidad. Mientras se recogía el cabello trenzándose una cola, se dirigió a él clavándole su hechizante mirada y con un tono de voz suave, casi etéreo...

-          ¿Te molesta qué te acompañe?, esta noche me siento muy sola.

                               Se presentó con el nombre de Pascualita. David
quedó fascinado por la belleza de sus facciones y el magnetismo de sus inmensos ojos verdes. No respondía a la fisonomía más habitual de los chihuahuenses pues su piel era más bien pálida. Gesticulaba con un porte distinguido al tiempo que sonreía dulcemente. Le contó el motivo de su visita esforzándose en no decepcionarla con su conversación. Ella le observaba sin interrumpirle, inmóvil y con los brazos apoyados sobre sus piernas. Parecía una de esas muñecas victorianas de porcelana. El camarero dejó la vianda y una botella de “Indio” encima de la mesa.

-          Ahora háblame de ti...no quiero aburrirte con mi trabajo- esgrimió el embelesado David ansioso por saber cualquier cosa de la solitaria mujer.

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     “LA CHICA HÚNGARA”:

           Antonio celebraba el triunfo de aquella noche mientras se dirigía de la discoteca a su casa en metro, regocijándose para sus adentros: < ¡Ah, Isabel!, a ésta me la follo en la primera cita. Qué buena está, joder, con ese par de tetas, ese culito respingón. Será la primera húngara que me tire. Esperaré a llamarla el jueves, así verá que no soy uno de esos pagafantas desesperados…>. Más que caminar flotaba, generando tales expectativas, y con el envanecimiento de quien recibe un trofeo antes de ganar el partido. Entonces, cuando cruzó la placita cercana al edificio donde vivía, se topó de repente con una anciana de grotesca figura, nariz aguileña y ojos más oscuros que la luna que gobernaba el cielo a esas intempestivas horas. Iba cubierta de una manta y, sumando el pañuelo de su cabeza, la mujer parecía salida de cualquier pueblo de la España profunda. Tan blanca era su arrugada tez, que asemejaba la de una muñeca de cera. Cuando su penetrante mirada se clavó en el apuesto muchacho, éste sufrió un súbito estremecimiento, su rostro palideció y una corriente fría serpenteó por toda su espina dorsal evitándole cualquier movimiento o reacción. Receloso e inmóvil, un incomprensible pánico iba apoderándose de él. Observó que los pies de la anciana apenas tocaban el suelo, ¡flotaba, en sentido literal! Y le habló, con una  voz cavernosa que salía de su áspera boca como el soplo helado de una ráfaga de viento; y, por su acento, debía proceder de otro lugar.
-Vas a ser mío, jovencito, mío…y en la primera cita.
-Pero…¿A qué se refiere?-preguntó Antonio, temiendo que le hubiese leído el pensamiento e incapacitado para tan siquiera lograr mover sus temblorosas manos.

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“EL CABALLERO INGLÉS”:

       Sir Edward Finch caminaba desorientado por las oscuras callejuelas del East End londinense cuando regresaba a su casa tras tomar unas cuantas pintas de cerveza en una de las apestosas tabernas que solía frecuentar con el objetivo principal de satisfacer sus perversiones sexuales con prostitutas. Se hallaba un poco ebrio y no tuvo la suficiente paciencia como para esperar un coche. Al cabo de escasos minutos, perdió el sentido de la orientación y el entorno le pareció extraño, sintiéndose invadido por una poderosa sensación de pánico. Estaba perdido, envuelto en una niebla cuyo aspecto no era el habitual. Iba acompañada de un inquietante silencio tan solo alterado por unos repentinos zumbidos en los oídos. Pensó que tal vez se trataba de una condena por sus pecaminosos vicios, por mentir a sus seres más queridos, por la conducta indigna de alguien de su posición. El miedo, el arrepentimiento y la culpabilidad paralizaron sus miembros. Se apoyó unos instantes en una sucia pared, contemplando, al disiparse la niebla, un escenario jamás visto. Pese a la escasa visibilidad, aquellos establecimientos y edificios no pertenecían a su mundo. Recordó entonces, las viejas historias que le contaba su abuela sobre los secuestros por parte de seres feéricos.

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“NAMASTÉ”:

      Llaman a la puerta de la casa donde vive el Maestro Jetamurti Chimpoché, decorada con adornos esotéricos y orientales. Suenan unos melodiosos ragas de sitar. Chimpoché viste con un turbante, una camisa india con dibujos de Shiva, pantalones anchos y sandalias. Lleva un anillo con el símbolo “Om”, un colgante con el signo de la Paz y otro con la imagen del dios Ganesh.

-Namasté!- da la bienvenida el Maestro juntando sus manos a la altura del pecho.
-Si namás tiene Té no pasa nada, me gusta, pese a que me sentaría mejor una tila.
-No eres muy puntual, Ricardo- le reprocha, mirando su reloj con aires de cierta superioridad. ¿Piscis, quizás?
-Si…ha acertado.
-Pasa, ponte cómodo. Yo, Leo.
-Entonces…trato de relajarme mientras usted lee.
-No, no. Digo que yo soy Leo, aunque sé canalizar positivamente la energía de mi polar Acuario.
-¿Tiene usted un acuario con peces del Polo Norte?
-Ay, ay, qué ingenuo eres, pisciano…pero, en fin, estamos en una sociedad demasiado sumida en la ignorancia y lo superfluo…Venga, empecemos a hacer un breve ejercicio mántrico de limpieza energética. De entrada, Ricardo, visualizo un aura algo sucia, de un colorcillo bronce, más bien tirando a caca, para utilizar un lenguaje mundano que cualquier profano en la materia pueda entender.

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“SUNITA”:

      Sunita nació en una aldea de Bengala Occidental. Con doce años de edad ya había sido violada reiteradas veces por dos tíos suyos y uno de sus abuelos. El padre lo consentía. Según su mentalidad, “una niña sólo conlleva problemas económicos”. Deberían pagar una dote cuando la entregasen en matrimonio al mejor postor. Sin embargo, los padres de la niña optaron por una solución más práctica e inmediata, asesorados por un amigo funcionario: venderla a cambio de un puñado de rupias…
     Sunita desconocía la situación, únicamente creyó lo que le dictaron sus progenitores: < En Kolkata encontrarás trabajo y podrás enviarnos dinero>. Su inocente sonrisa todavía se dibujaba de esperanza, rogando a los dioses que su marido fuese uno de esos apuestos galanes de Bollywood. Pero, ya en la estación de tren de la concurrida urbe, se encontró con la cruda realidad. El escogido no era precisamente Shah Rukh Khan, sino un cincuentón feo, obeso, de mirada lasciva y zafios modales que comenzó a tratarla como si fuera un objeto de su posesión. El hombre, llamado Krishna, obviamente no reunía ni una sola cualidad del dios del mismo nombre. Tenía un puesto de dirección en Correos y una cara de sapo que repelía tanto como su grosero carácter y la ridícula pedantería con que presumía de su posición sintiéndose superior a sus subordinados.
   Transcurridas unas semanas, suficientes para borrar la cándida sonrisa de los dulces labios de Sunita, ella misma provocó un incidente que acabó en ruptura. Resulta que, entre súplicas, lágrimas y lamentos, se resistía a las violentas embestidas de su orondo esposo en estado de celo y embriaguez forzándola a mantener relaciones sexuales. En cuanto esa grasienta y sudorosa masa de carne se colocaba sobre su delicado cuerpo, ella ofrecía una tenaz resistencia. Antes de seguir soportando semejante tortura, prefería luchar con todas sus fuerzas. Si bebía en exceso, suponía cierto alivio para ella, pues la “flauta” de Krishna dejaba de funcionar. Habituada a la pesadilla de ser violada por miembros de su familia en un entorno donde estaba controlada las veinticuatro horas del día, en un principio pensó que su esposo, al que afortunadamente sólo veía en horario no laboral, le abriría las puertas a la posibilidad de huir. Pero aquella situación devino insoportable para ambos. El vulgar y libidinoso gordinflón se cansó pronto de la lucha. Como en numerosas ocasiones su ebriedad dificultaba atinar en el objetivo, acababa tumbado en el suelo con el semen esparcido entre muslos, barriga y genitales. Harto de la situación, escribió a los padres de la adolescente argumentando literalmente: < Su hija es una bestia indomable, incapaz de cumplir su deber como esposa y madre. Ustedes son responsables de malcriarla, me siento estafado y se la devuelvo en el próximo tren. Demasiado generoso fui consintiendo que me la entregasen desvirgada>. Sunita, consciente de ello, aprovechó la ausencia del ogro para escapar. Pero, ¿a dónde podía ir? Sin dinero, sin estudios, sin ninguna orientación…
      Vagó por las calles de la ciudad mendigando. Una semana después, sería “rescatada” por una mujer de unos cuarenta años, enfundada en un sari rosa con flores de color dorado….

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"EL MENDIGO":

      El corazón de Barcelona no cesaba de latir al ritmo frenético impuesto por el oleaje de turistas fluyendo de un lado a otro a través de las plazas y arterias principales. Pero, tanto ellos como los residentes, acostumbraban a ignorar a los mendigos, quienes procuraban sacar algún provecho de aquel constante movimiento. En otoño de 2016, apareció un vagabundo bastante peculiar, pues no aceptaba limosnas salvo a cambio de recitar uno de sus propios poemas improvisados. Aquel hombre barbado, de cabellos canosos y penetrantes ojos azules, que caminaba con cierta dificultad apoyado en una muleta, había ejercido, años atrás, como profesor de literatura en un colegio tarragonés. Adoraba especialmente contar historias fantásticas basadas en el folklore anglo-céltico, sobre todo, cuando los niños le prestaban atención; algo poco frecuente, pues quienes no estaban pegados a sus padres (y estos carecían de paciencia para escuchar a un indigente), dependían de un aparatito electrónico. 
Valiéndose de su notable talento como elocuente narrador, lograba crear unos relatos dignos de ser publicados; si bien, la mayoría de veces, le dejaban con la palabra en la boca. Y la boca más seca que el desierto de Atacama, porque no se traducía en monedas sobre su cuenco.
     Solía presentarse a los transeúntes, ya fuese de pie o sentado encima de una manta con cuadros escoceses, de esta manera:
-Una ayudita por unos versos. Me llamo Omul y puedo contar historias sobre los habitantes de la dimensión feérica.
     Si la persona sentía curiosidad y no huía, el mendigo, siempre esgrimiendo una sincera y cálida sonrisa, procedía a recitar su poema. Cuando el extraño hacía ademán de rascarse el bolsillo, Omul juntaba las palmas de sus manos a la altura del pecho y añadía:

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"BAJO LA MEDIA LUNA" 
(Contenido en la Antología de relatos cortos “El Crack de 2009” coordinada por Noemí Trujillo para Parnass ediciones). En este caso, muestro el relato está completo, no "continúa". 


               Elena paseaba errática serpenteando las estrechas arterias del Barrio Gótico barcelonés. No podía dar crédito a lo acontecido apenas una hora antes, cuando se corroboraron sus sospechas tras varios meses de incomprensible mobbing: la habían despedido. Llevaba años trabajando en una empresa de alimentos transgénicos y ahora afloraba un sentimiento de culpabilidad  preguntándose qué hizo mal para terminar siendo despedida nada más comunicar su embarazo. Incluso se cuestionó si el nacimiento de su hijo se antojaba una idea sensata a causa de sus limitados recursos como madre soltera. De repente, una espesa sombra de confusión nubló su atormentada mente reviviendo  pesadillas de la infancia; dos escenas estremecedoras…La primera, mostraba a un joven desesperado defendiéndose de las acusaciones de su socio, que le recriminaba haber gestionado incorrectamente los fondos comunes. Durante la acalorada disputa, aquel muchacho le hacía un corte en el rostro con una botella rota y salía precipitadamente empujando una puerta cuyo letrero rezaba: GWC (Golden Wheat Corporation). La otra imagen reflejaba al mismo personaje tendido sobre un vagón de tren y ataviado con harapos…
              Tras un silencio sobrecogedor, Elena comenzó a oír la melodía de una misteriosa balada…Parecía poseída por alguna fuerza superior cuando, presa de un inconsciente impulso, llegó hasta la entrada de cierto local ubicado en el Paseo del Born. Cual espectro desorientado abriéndose paso entre otras noctámbulas almas, se aproximó al septuagenario músico que aporreaba impasiblemente las teclas de un piano. Elena empezó a tararear aquella canción que sonaba en su cabeza y lo hizo entonando un refinado inglés, lengua que desconocía. El pianista dejó de sentirse ausente ante una impasible multitud  y visiblemente emocionado, accedió a reproducir la canción. Minutos después, preguntó:
-¿Dónde demonios aprendió esta pieza de museo?
           Ella, aturdida e inmersa en un leve estado de trance, dijo que no la conocía.
-Es muy extraño…- replicó el anciano retocándose la pajarita con sus temblorosas manos e intrigado debido a la inesperada situación- Muy pocos saben de su existencia, incluso cuando se compuso, allá en los años treinta del siglo pasado. Mi padre, que vivió unos años en Nueva York, solía pincharla en nuestro tocadiscos. Le compró el disco a un andrajoso vendedor ambulante a cambio de  unos pocos dólares. Me contó que al pordiosero le costaba desprenderse de aquel vinilo, pero pudieron más sus ganas de gastarse la pasta en el bar más próximo. Se editaron poquísimas copias…
-Hay algo en esta canción que me resulta muy familiar- reveló Elena derramando unas lágrimas mientras mantenía la mirada perdida en algún punto elevado de aquella sala.
-La compuso un tal James O’Donnell, pero, ¿sabe lo más curioso? aquel vendedor mencionó a mi padre que O’Donnell trabajó en una empresa agrícola. El negocio se vino abajo con el Crack de Wall Street, tuvo una pelea con su socio y éste acabó suicidándose por la crisis financiera. Luego, O’Donnell creyó hallar su verdadera vocación componiendo baladas. Ocupó un ático en la zona del Tin Pan Alley, cuna de los grandes compositores. Sin embargo, pronto agotó su presunto talento y el rastro de aquel músico y empresario fracasado se perdió en la Gran Depresión. ¿Entiende la letra?
- Le parecerá muy raro, pero yo nunca estudié más idiomas que el español y el catalán. Tampoco  sé nada sobre esta clase de música antigua ni de esos datos históricos…-aludió Elena sumida en su embelesamiento y sin temer que la tomase por una demente o drogadicta- Ni tan siquiera he viajado más allá de Cataluña…¿ Qué dice la letra?
- No se trata de la típica balada sobre enamorados. Habla del suicido de un empresario con una cicatriz en forma de media luna bajo el ojo derecho lo cual certifica la historia que le relató a mi padre aquel vendedor itinerante. De ahí su título: “Under the Half Moon”, Bajo la Media Luna . Fíjese en estas estrofas- prosiguió mientras tañía el instrumento- : < Bajo la media luna cae una furtiva lágrima y los ojos de un buen amigo se cierran definitivamente en este aciago diciembre del 29…>. No nos desvela como se hizo esa cicatriz pero evidencia la situación crítica del momento.  Por aquella época, estaban de moda en Estados Unidos las canciones sobre importantes acontecimientos contemporáneos: trágicas muertes, catástrofes, asesinatos, niños huérfanos, vagabundos y todo tipo de desgracias…Presiento que todas estas temáticas van a integrarse todavía más en el panorama musical actual con este caos  que estamos sufriendo…Empleos precarios, jóvenes que no pueden pagarse un piso, guerras, terremotos, crisis económica provocada por los poderosos de siempre…
-Es usted muy amable…Ahora debo irme- interrumpió ella abrumada por la mezcla de tanta información condensada y las intensas sensaciones que experimentaba en tan poco espacio de tiempo.
- Ha sido un placer, pero ¡espere, espere!...Se despidió el pianista esbozando una enorme mueca de asombro frente a la impotencia de no haber descifrado el enigma oculto en el inconsciente de aquella mujer.
           
           Ella despertó al día siguiente tumbada como una indigente en un banco de la Estación de Sants. ¿Acaso esperaba algún tren? Quizás aquel en cuyo trayecto se desvaneciesen los problemas. El desconcierto continuó bloqueando sus sentidos. Incorporándose torpemente, alzó la vista reparando en un risueño bebé que chapurreaba palabras en inglés. Su padre, lucía una camiseta estampada con la arquetípica frase “I Love New York”. Poco a poco, Elena parecía recuperar la lucidez. Algo dentro de su interior despejaba todos sus temores. Empezó a vislumbrar un futuro maravilloso. También iba asumiendo el final de una etapa de su vida. No necesitaba coger ningún tren porque ya se hallaba bastante cerca de un destino que era incapaz de prever… Transcurridos unos días, un competente abogado conseguiría que fuera readmitida en la empresa. No obstante, rehusó volver a rodearse de aquellos compañeros mezquinos e hipócritas aunque no les guardaba ningún rencor. Invirtió parte de su dinero en clases de piano y, debido a sus increíbles avances, la instructora dedujo que poseía aptitudes innatas para la música. Meses más tarde, aquella renacida Elena de escasos estudios y precaria situación económica, ocupó el puesto vacante como maestra de piano en la escuela del humilde barrio obrero donde se crió. Pero, lo más celebrado de esa nueva existencia, fue el nacimiento de su hijo; un varón sano y hermoso dotado de una singular particularidad que ya le hacía ser diferente a los demás. Un distintivo de inexplicable procedencia según la opinión de los médicos; algo que únicamente ella alcanzaba a comprender…
            El niño nació con una pequeña marca bajo su ojo derecho con forma de media luna…

FIN

“EL BARDO”:

         Jamás había ocurrido: mi arpa desafinaba en pleno concierto. El ridículo fue tan grande, que decidí tomar medidas, pero los más expertos luthiers coincidirían en que el instrumento se hallaba en perfectas condiciones. Fue entonces cuando comenzaron aquellos sueños reincidentes…
         Me identifiqué con un bardo itinerante que prácticamente mendigaba cuyos limitados poemas y melodías despertaban las risas más crueles de los lugareños. Y, por supuesto, ningún noble reclamaría sus servicios. Un viejo druida me aconsejó que acudiera a una cueva situada en una isla del lago Derg, en Donegal (Irlanda), para rogar a las hadas que me concedieran el talento necesario. Aquel sabio me proporcionó una eficaz pócima mágica capaz de provocar el contacto. En el mundo de los Sidhe, cierto elfo impuso una condición:

CONTINUARÁ...

"EL PAYASO MELANCÓLICO":

      El PAYASO MELANCÓLICO, hastiado de la sociedad, tan sólo esgrimía una natural sonrisa cuando su percepción sintonizaba con la pura fragancia de la infancia; la natural candidez de cuando éramos niños/s.
EL PAYASO MELANCÓLICO, vagaba errante por pueblos y ciudades, a veces, ataviado con la peculiar indumentaria del clown, siendo diana de crueles burlas por parte de las mentalidades más cerradas.
Una mañana, mientras mendiga a cambio de recitar un poema personalizado, se recostó junto a un árbol para leer "Mazeppa", el poema que Lord Byron escribió en 1818. En cuanto empezó a pronunciar en voz alta las estrofas "Nos encontramos, nos vimos; Yo extático la miré, Y al mirarla suspiré; No habló, más nos comprendimos...", un hombre le amenazó agresivamente para que abandonara aquel lugar, porque, según sus argumentos "en esa plaza no se admiten sucios vagabundos ni locos apestosos"...
El PAYASO MELANCÓLICO sonrió serenamente, pronunciando una frase del bardo romántico: < Soy extravagante por naturaleza>, seguida de una sentencia de cosecha propia: < Y usted es de este lugar la más venenosa maleza>...
El lugareño, visiblemente ofendido, extrajo una navaja (cuya empuñadura estaba decorada con la bandera española del antiguo régimen franquista) de un bolsillo, y la alzo escupiendo improperios, instándole a largarse si no quería morir.
EL PAYASO MELANCÓLICO, soltó su preciado libro adoptando la posición del loto en tanto bajaba sutilmente la cabeza en actitud meditativa.
Un nuevo día amaneció en aquella localidad cercana a Barcelona. Los críos jugaban en el parque cuando, uno de ellos, halló el cadáver del clown...con el cuello sesgado.
Enseguida acudió la policía. Nadie reclamaría el cadáver. Pocos recordarían el paso del difunto por aquellas lindes. Sin embargo, desde entonces, crece un rosal en el mismo sitio donde fue asesinado el PAYASO MELANCÓLICO...Un hecho insólito que nadie puede explicar. En cualquier caso, pocos lo contemplan, y apenas lo miran, pues prefieren dirigir sus ojos al móvil o a la tablet...


"EL PAYASO SUICIDA":

EL PAYASO SUICIDA lloraba en silencio detrás del escenario; el escenario de una vida en la cual, sus originales aportaciones provocaban rechazo e indiferencia entre la gran mayoría de personas; además, el propio sistema social que incluye editoriales y medios de comunicación, rehusaban todo el crisol de conocimientos y facultades creativas que aquel polifacético clown ofrecía. El hecho de no poderse publicar ni divulgar su peculiar obra, le sumió en un profundo estado de melancolía. No obstante, dada su naturaleza, él seguía sonriéndole a la vida, pese a dibujar una mueca irónica, sin cesar de aflorar los frutos de su menospreciado talento.
Pese a todo, su tristeza iba aumentando, sintiéndose cada vez más solo, pues ardua y solitario es el camino de quien explora la senda de la sabiduría y transita libremente, sin someterse a la dictadura de las convenciones, ni ser un esclavo más de las tendencias imperantes en una sociedad tan alienada.
EL PAYASO SUICIDA, acostumbraba a tener como consuelo el pensamiento del suicidio, que, como escribió Nietzsche, le ayudaba a pasar bien más de una mala noche. Algunos de sus amigos y amigas, fingían interesarse por sus singulares aportaciones, pero, salvo escasas excepciones, en general, se trataba de falsa condescendencia. En consecuencia, sin reprocharles nada, ya que nadie debía estar forzado a sintonizar con su arte y filosofía tan personales, se sentía cada vez más ajeno al mundo; a la realidad tangible.
Un día, el PAYASO SUICIDA, tomó la decisión de que su rol en la presente existencia terrenal había concluido. Era el momento de bajar el telón y adentrarse en los misterios del "otro lado", realizar el incierto viaje del alma; del alma de un personaje fracasado, sin fuerzas, motivación ni ilusión por continuar prisionero del efímero envoltorio físico; y de un entorno, que ni le comprendía ni deseaba nada suyo.
EL PAYASO SUICIDA, ocupó sus últimas horas enfrascado en el placer de la lectura; terminando el libro que estaba leyendo. Hizo lo propio con un hermoso cuadro que pintaba. Durante el previo paseo desde la pastelería donde compró su tarta favorita a fin de morir con buen gusto en su paladar, regaló su armónica al niño de un parque que sufría en silencio el que los demás críos no contaran con él para sus juegos.
EL PAYASO SUICIDA, escribió una bella carta de despedida para sus más allegados, puso un vals de Strauss en el reproductor de cd´s y preparó el sencillo escenario para su definitivo adiós: cuerda y silla.
EL PAYASO SUICIDA, permaneció unos segundos en estado de inquietante reflexión, procurando dejar la mente en blanco mas fue en vano. Entonces, de repente, oyó el sonido de una armónica procedente de la calle...¡Ah, aquel niño de parque pasaba casualmente por debajo del humilde piso donde el resignado clown vivía!...
El PAYASO SUICIDA, súbitamente, recobró la alegría de seguir en este mundo...¿Hasta cuándo?, se preguntaría mientras sus zapatones tocaban el suelo....Pero eso ya no le importaba.




<Muchos niños gravemente enfermos del mundo, empezaron a coincidir en una serie de sueños muy reales. Sus padres se inquietaban, pues tales episodios oníricos no sólo eran relatados con extremo detallismo, sino que se antojaban demasiado recurrentes. los progenitores recurrieron a psicólogos infantiles, que restaron importancia al sorprendente suceso. Sin embargo, tal fue el aumento de los casos, que no se pudieron evitar los comentarios entre familiares, amigos, vecinos, maestros y maestras.
El tema desembocaría en organizar reuniones, al principio, sin la presencia de los críos. Más tarde, algunos de estos se prestaron a acudir para narrar sus propias experiencias. Pese a las evidentes particularidades de cada uno, acorde con sus respectivas circunstancias y contextos, respondían a un patrón común: un payaso con alas de ángel, les guiaba hacia una desconocida dimensión, envuelta en una cálida y acogedora luz blanca, y una inmensa sensación de amor incondicional. El "angel clown", pues así mismo le denominaban, acostumbraba a conducirles en silencio, pero, dependiendo de la personalidad de cada niño/a, a veces amenizaba el misterioso trayecto narrando cuentos divertidos, y no faltaban las espontáneas risas entre todos. Los pequeños solían viajar junto a uno o dos más de similares edades, si bien, habían excepciones donde se ampliaba a tres o cuatro. Se desplazaban volando, o más bien flotando, como si surfeararn sobre las olas de un calmado mar a un ritmo pausado. Tras un tiempo indefinido o, más acertadamernte, una ausencia de tiempo, llegaban a una región tan luminosa, hermosa y colorida, que invitaba a no abandonarla jamás. Después de cruzar floridos valles, preciosas montañas con peculiares formas y bosques por los cuales transitaban jovialmente curiosas criaturas similares a gnomos, elfos y hadas, se accedía a una fantástica ciudad poblada de gentes de todas las edades que lucían sencillas vestimentas, predominando las túnicas. Los edificios, presentaban diseños nuca vistos en la tierra, aunque algunos se asemejaban a ciertas construcciones antiguas, o aparecidas en el cine y la literatura de ficción. Habían animales extraños, ¡y colores desconocidos! Sí, cuesta imaginarlo, pero lo más significativo es que se respiraba un clima de absoluta paz. Los individuos se ocupaban de variopintas labores, sonriendo, colaborando entre ellos con una contagiosa alegría.
"Angel Clown", descendía con los críos hasta las puertas de una carpa dorada que recordaba la de los clásicos circos. Allí, se despedía cordialmente de ellos con un asombroso truco de magia, y les dejaba en manos de un extravagante pero muy simpático tipo ataviado al estilo victoriano, con su sombrero de copa, quien les invitaba a entrar en el recinto. Una vez dentro, tres bellísimas hadas les acomodaban en unos cómodos bancos. A partir de ese momento, comenzaba un divertido show...Entonces, los niños despertaban en sus camas de la "realidad tangible", tan felices, que deseaban contar inmediatamente su aventura antes de asearse y desayunar...
El fenómeno se daba en cualquier continente y sucedía tanto en la población más pobre como en la más acomodada; en niños y niñas de entre tres y ocho años. A medida que pasaban los meses, la información aportada por los pequeños viajeros astrales sumaba más datos...y datos concretos que tuvieron que ser estudiados por los más renombrados filósofos, científicos, pediatras, parapsicólogos, etcétera, etcétera....>
+Bueno, este ha sido el principio de un cuento que acabo de improvisar, tras cierto sueño...

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